miércoles, 10 de octubre de 2012

Cabeza de perro, cuerpo de humano ♬ : los cinocéfalos.

No lo vamos a negar: en el medievo (y en realidad, en cualquier época) la gente creía en cosas extrañas y no ponían en duda la existencia de cosas como de la que vengo a hablar hoy: los cinocéfalos, o cinocephaly o cabezas de perro, en resumen. En realidad el nombre explica bastante bien la naturaleza de este bicho, eran simplemente personas con cabeza de perro (bueno, simplemente, lo que es simplemente no, pero vaya). Aparentemente la existencia de los cinocéfalos ha estado registrada desde la Antigua Grecia, por no hablar de los dioses egipcios que venían con cabeza perruna incluída como Anubis, pero es en la Edad Media, como siempre, cuando la cosa se sale de madre y empiezan a venir las preguntas y cuestiones interesantes siendo la más importante...

Elegantísimos cinocéfalos en un salterio ucraniano


Imagínate que eres un misionero al que envían al Oriente (lugar donde, como todos sabemos, habitan los hombres con cabeza de perro y otras criaturas fantásticas, esto es así) y de pronto un día te encuentras con un cinocéfalo...¿qué demonios haces?¿lo evangelizas o no?¿tienen los cinocéfalos alma? Porque evangelizar a un animal no tiene sentido...pero sí a un alma humana, eso es evangelizable esté donde esté contenido, ya sea una persona con cara de humano o una persona con cara de perro, el alma es igual. Puede parecer broma pero estas dudas existían, existían tanto que un un monje y teólogo francés del siglo VIII, Ratramnus, se lo preguntaba muy mucho en su Epistola de Cynocephaly pero se ve que el hombre no llegó a ninguna conclusión. De todos modos, aparentemente estaba bien vista la idea de evangelizar a los pobres cinocéfalos ya que eran más humanos que perros (menos cuando se cabreaban, que los pintaban bastante fieros) y hasta vivían en comunidades donde se regían por leyes e incluso cultivaban y cuidaban de animales, pero lo que más los definía como dignos de salvación era el hecho de que se vestían. Parece ser que no andar por ahí desnudo era sinónimo de que los cinocéfalos tenían vergüencita, pudor y discernían entre lo moral y lo amoral así que sus almas podían ser convertidas, ¡viva y bravo! Es vuestro día de suerte, cabezas de perro.

De todos modos, esta duda podría considerarse hasta absurda teniendo en cuenta que... había un santo cinocéfalo. Tal cual. Un santo con cabeza de perro, y lo peor es que es un santo que no es precisamente desconocido porque es nada más y nada menos que San Cristóbal. Según la tradición bizantina, Cristóbal era un cinocéfalo también el hombre, aunque después de haber ayudado al Niño Jesús a cruzar el río se convirtió al cristianismo y entonces perdió su forma perruna y volvió a ser un humano corriente y moliente (aunque imagino que seguía siendo un gigante). Es una pena porque suena mucho más molón un santo con cabeza de perro que uno con cabeza de persona, pero bueno. Parece ser que el origen de todo esto es la confusión entre los cananeos y los caninos....pero yo me niego a pensarlo y prefiero pensar que San Cristobal de verdad tenía cabeza de perro.


San Cristobal, el mejor santo de la historia.


Pero San Cristobal no es el único cinocéfalo de la historia (aunque el más famoso) porque estos seres fueron avistados en numerosas ocasiones y los que lo vieron no dudaron en correr a comentarlo. El diácono Pablo, autor de Historia gentis langobardorum los menciona como poco menos que máquinas de matar (miedo). Tomas de Cantimpré también hablaba de ellos en su Liber de monstruosis hominibus de Orientis (se quedó bien con el título). Aparentemente también fueron enemigos del rey Arturo, que peleó contra ellos y encima ganó, por supuesto, y también hay otra celebridad del mundo medieval como es Marco Polo que asegura que estos cinocéfalos existían ahí por el lejano oriente en una isla remota que suponemos que no vió o que si lo hizo, le echó mucha imaginación.

En fin, estos son solo algunos ejemplos porque parece ser que das una patada y salen miles de testimonios asegurando que estos bichos existían...¿y quienes somos nosotros para ponerlo en duda, eh? No en vano, la imagen de los humanos con cabeza de perro se ha seguido viendo incluso en la ficción actual así que lo mismo tenían razón ya que cuando el río suena...

lunes, 8 de octubre de 2012

¡Violencia! ¡Secuestros! ¡Torturas! ... o en primer cónclave papal

Todos tenemos más o menos una idea de cómo se elige a un Papa: cuando este muere, los cardinales se reúnen, piensan un rato más o menos largo, fumata blanca y ale, habemus Papam. Aunque esto parece sencillo hubo un tiempo en el que no lo era tanto, más bien todo lo contrario y en el año 1241 el papa Gregorio IX (por cierto, ojo al dato, fundador de la Inquisición) estaba muy preocupado por este particular así que en su lecho de muerte convocó al senador de Roma, Matteo Orsini, para comunicarle su plan maestro.


Gregorio IX

Se me ha ocurrido una idea fantabulosa, atiende.


El plan maestro consistía en lo siguiente: en cuanto el Papa murió, el senador reunió a los cardenales no sé exactamente con qué excusa (¿venido a mi palacio, tengo...regalos?) y los encerró en un palacio que había habilitado como prisión. Tal cual. El Senador, bajo las órdenes del anterior Papa, secuestró a todos los cardenales y no pensaba liberarlos hasta que no eligiesen a un nuevo Papa, supongo que alguno que le molase. A los cardenales obviamente no les hizo mucha gracia pero algo tenían que hacer así que idearon un plan: nombraron Papa a uno de sus compañeros que estaba a punto de partir para el otro barrio para así poder escapar. El elegido fue Celestino IV, que duró en su papado desde el 25 de octubre de 1241 al 10 de noviembre del mismo año (normal, teniendo en cuenta que estaba mayor y que las condiciones del encierro que hicieron incluso que otro cardenal muriese)  Parece ser que esta chufa de estrategia (en serio, entre este plan y el de Gregorio IX no sé cual es peor) les sirvió porque pudieron escapar, pero desgraciadamente unos cuantos compañeros se quedaron por el camino.

Celestino IV

Dicen que lo bueno, si breve...


Estos pobres cardenales desgraciados (es que no tenían otro nombre, desgraciados porque menuda les esperaba) se quejaron sin fin a sus desertores colegas que hicieron como si nada y a todo el mundo, que pasó de ellos olímpicamente. Entre la cortesía de sus captores se encontraban cosas como tratarles como a criminales, burlarse de ellos cantándoles canciones y cosas de ésas, escupirles, pincharles con ballestas desde debajo de la cama (esto me ha encantado especialmente), por no hablar de el cardenal que se quejaba de que le habían secuestrado ENVOLVIÉNDOLE EN UNA ALFOMBRA y llevándole por las calles de la ciudad. Por cierto, también cuentan que en las celdas el agua se colaba por el techo cuando llovía, y no solo el agua si no que los guardas se dedicaban a mear para que les cayese a los hombres, que bastante tenían. Esta gente no tenía límite, pero ya las amenazas no tenían precio, entre las cuales se incluían cosas como decirles que si no se decidían les obligarían a desenterrar el cadáver del antiguo Papa (?!) y lo colocarían donde todos pudieran verlo. 

Con semejante panorama lo normal sería que se hubieran decidido rápido...pues no. Tardaron dos añazos de nada en elegir al nuevo Papa, que sería el cardenal Sinibaldo Fieschi a.k.a Inocencio IV que fue elegido en 1423, POR FIN. De todos modos, los cardenales no habían aprendido la lección porque en el 1271 la volvieron a liar y esta vez tardaron tres años hasta que empezaron a alimentarles a pan y agua y les quitaron las tejas a ver si el fresco les ayudaba a pensar....en fin, que el habemus papam era de todo menos sencillo y relajado, aunque desde aquel momento de secuestros, cardenales dentro de alfombras y ballestas punzantes, los cónclaves se establecieron como medio para elegir al Papa hasta estos nuestros días.

viernes, 5 de octubre de 2012

Canterbury vs York: Lanfranc y Thomas de Bayeux


No creo que a nadie sorprenda saber el hecho que durante la Edad Media y más concretamente durante los primeros años de la invasión normanda de Inglaterra,  ser un miembro de la Iglesia era un badabam, kss! bastante importante, pero lo que ya era el badabam ksss! supremo era ya ser arzobispo, pero aún había un redoble de tambores y albricias y cuchufletas extremo, y eso era serlo en la diócesis de York o de Canterbury. Aquello ya era como el súmmum de ser la persona más molona sobre la tierra porque te garantizaba muchas cosas interesantes, para empezar no ser pobre, así que sí, hacerse con el título era asegurarse mucho, pero que mucho. De todos modos, ser el arzobispo de Canterbury o York no era tan molón por sí solo como era molón tratar de machacar al adversario. Oh.

Canterbury

York

CELEBRITY DEATHMATCH!!!!!


El caso es que estamos en el año 1070, época revuelta donde las haya con los normandos paseándose por Inglaterra como Pedro por su casa y William I decidiendo que él era el rey y haciendo lo posible para que a todo el mundo le pareciese bien. En ese mismo año, dos señores ya bien conocidos como eran Lanfranc ( abad de St Stephen de Caen y metido en movidas políticas, tanto que toda el asunto de la invansión normanda no le era en absoluto ajena, pero eso para otro día lo dejamos) y Thomas de Bayeux (tesorero y canónigo de la catedral de Bayéux y amiguete de William cuando aún era duque), son nombrados arzobispos de Canterbury y York respectivamente. Ah, no, que no fue tan fácil. Se masca la tragedia.

Resulta que Lanfranc, que fue arzobispeado (?) antes pensaba que era una grandiosa idea que Thomas Bayéux admitiese su dependencia de Canterbury (o  más bien, que York dependiese de Canterbury) o si no, no lo consagraba (esta consagración había sido idea de William I, deal with it). Por qué lo hizo, pues se comenta desde que Lanfranc le tenía chincha rabiña a Thomas porque era discípulo de Odo de Bayeux (un enemigo personal), porque tener poder sobre el norte beneficiaría a sus intereses reformistas (vive le France (?)) o vaya usted a saber por qué, pero el caso es que aunque Canterbury realmente nunca había sido "superior" a York durante la época sajona, aunque sí aparentemente más importante. Después de un tira y afloja, Thomas acabó accediendo y juró obediencia a Lanfranc...a título personal, según él, y eso no implicaba que York fuese ahora a estar bajo el mandato de Canterbury, vamos, que no se arregló nada. De todos modos, las cosas parecían estar bien así que ambos arzobispos viajaron a Roma en el año 1071 donde Thomas aprovechó la oportunidad para comentarle así como quien no quiere la cosa su caso a el Papa Alejandro II y ya que estaba, reclamar los territorios de Lichfield, Rochester y Worcester para así aumentar su poder (y seguramente, para darle en los morros a Lanfranc, ya puestos)

Estatua de Lanfranc en la catedral de Canterbury
WHO'S THE BOOM KING?!


 Con lo que no contaba Thomas era con el que el Papa Alejandro II...bueno, él había sido pupilo de Lanfranc así que mira (¡eh espera! ¿No había sido también su pupilo el propio Thomas de Bayeux? Oh, esto se pone interesante), si eso ya te las apañas en Inglaterra. Pues nada, vuelta a Inglaterra donde se decide en Westminster que York tendrá que dar su brazo a torcer así que durante Pentecostés en 1072 a Thomas no le queda otra que rendirse y por supuesto de quedarse con Lichfield, Rochester y Worcester nada, si eso te quedas con la diócesis de Durham y suficiente es. Ahora bien, ¿qué razones había para que Lanfranc ganase tan limpiamente? Lo de limpiamente es un decir, pero resulta que Lanfranc era muy bien querido por el rey William I, quien estaba pero que muy interesado en tener a la Iglesia de su parte y había empezado a sustituir abades anglosajones por doquier por los que a él le gustaban, como Lanfranc. Además, la diócesis de York tenía peligrosérrimas ideas separatistas y había miedo de que le diese por coronar a algún otro rey (?), y desde luego el peligro de los daneses ahí estaba (y esto también da para más diversión otro día) así que el pobre Thomas tenía las de perder, sí, y así fue que perdió.

 La verdad es que esto fue una victoria más bien personal para Lanfranc que otra cosa, porque el Papa no dijo nada de que esta sumisión se fuese a transmitir a sus sucesores, pero menos da una piedra. Tampoco es que Thomas fuese a estar quietecito después de eso porque intentó por activa y por pasiva (enviado cartas a Alejandro II y a su sucesor Gregorio VII) librarse del yugo de Canterbury, pero no hubo manera, ni siquiera sus simpatías para con los escoceses le sirvieron de mucho. De todos modos, ya se comenta que quien ríe último ríe mejor y tras la muerte de Lanfranc en 1089, Thomas de Bayéux ejerció los la mayoría de cargos arzobispales de Inglaterra hasta la llegada de un nuevo sucesor a Canterbury. Chúpate esa, Lanfranc.

Esto no acaba aquí, porque aunque parecía que las cosas eran inamovibles...bueno, pronto llegaría Anselm, el sucesor de Lanfranc, que no se iba a quedar con los brazos cruzados, pero eso será material para otra entrada.

CANTERBURY: I YORK: 0